Egobody
La fábrica del hombre nuevo
¿Somos zombis?
Sin percatarnos ha aparecido un nuevo
hombre. Sin percatarnos, mucho de lo que se tenía por humano entre Platón y el
siglo XX comienza a oler a mortecina.
Estoy hablando de un nuevo hombre-cuerpo,
organismo, consumidor, usuario, cliente; inseparable de prótesis, del celular,
de los datos; un conejillo de indias de redes sociales.
He ahí que sin darnos cuenta el hombre ha
perdido su alma y lo único que le queda es su cuerpo, que se ha vuelto
envoltorio vacío de lo que antes era interioridad. Un ser humano que, en
comparación con lo que era antes, se ha vuelto mera apariencia.
Lo que en otros tiempos era la Salvación a
través del alma o la Salvación colectiva a través de la política, de hoy no
queda nada. La única salvación a la cual ceñirse es la salvación del cuerpo.
Cuerpo que se salva anclado en gimnasios, deporte, medicina, industria
farmacéutica, ingeniería genética; el Estado, derecho a la salud, seguridad
social. Cuerpo seguro, cuerpo fuerte, cuerpo vigoroso, protegido de mil
enfermedades y avatares… pero sin alma…
Para Robert Redeker he ahí lo que puede
ser un zombi. Por un lado, una gran apuesta por la inmortalidad del cuerpo; por
otro lado, sombra nostálgica de la unidad perdida de lo que en otro entonces
era el ser humano.
¿Qué ha
pasado? ¿Qué ha roto con la historia humana? La aparición de un nuevo ser
humano que no tuvo su profecía.
Primera parte: algo ha pasado con la
historia, cada vez más lejana a nosotros. De la Antigüedad, de lo que fue el
pasado, tenemos, más que nada, su envoltorio… y eso. En lugar de adentrarnos en
ello, le sacamos fotos, nos hacemos selfies. Como si el pasado fuese
entretenimiento. ¿Para qué sirve el pasado? ¿Qué nos importa el pasado? ¿Sigue
siendo nuestro pasado? ¿Alguna vez lo fue?
Segunda parte: Desconectados de la
historia, del pasado, lo que tenemos es una especie de perpetúo presente,
centro de inmediateces. Estamos obsesionados con sobrecargarnos de estímulos,
sea del celular, sea de ejercicio físico. De una u otra manera, todo apunta a
un afuera, a un hacer algo, a un evadir el silencio
Tercera parte: Y, si me miro al espejo: ¿Qué soy? Miro a mi alrededor, ¿qué somos? ¿Nos movemos únicamente para afuera sin centro interior? ¿Somos zombis?
He ahí que sin darnos cuenta el ser humano
ha perdido su alma y lo único que le queda es su cuerpo, que se ha vuelto
envoltorio vacío de lo que antes era interioridad. Un ser humano que, en
comparación con lo que era antes, se ha vuelto mera apariencia.
Lo que en otros tiempos era la Salvación a
través del alma o la Salvación colectiva a través de la política, de hoy no
queda nada. La única salvación a la cual ceñirse es la salvación del cuerpo. Un
cuerpo cuya única salvación se consigue en gimnasios, deporte, medicina,
industria farmacéutica, ingeniería genética; el Estado, derecho a la salud,
seguridad social. Cuerpo seguro, cuerpo fuerte, cuerpo vigoroso, protegido de
mil enfermedades y avatares… pero sin alma…
Para Robert Redeker he ahí lo que puede
ser un zombi. Por un lado, una gran apuesta por la inmortalidad del cuerpo; por
otro lado, sombra nostálgica de la unidad perdida de lo que en otro entonces
era el ser humano.
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