martes, 6 de agosto de 2024

 

Egobody

La fábrica del hombre nuevo


¿Somos zombis?




 

Sin percatarnos ha aparecido un nuevo hombre. Sin percatarnos, mucho de lo que se tenía por humano entre Platón y el siglo XX comienza a oler a mortecina.

 

Estoy hablando de un nuevo hombre-cuerpo, organismo, consumidor, usuario, cliente; inseparable de prótesis, del celular, de los datos; un conejillo de indias de redes sociales.

 

He ahí que sin darnos cuenta el hombre ha perdido su alma y lo único que le queda es su cuerpo, que se ha vuelto envoltorio vacío de lo que antes era interioridad. Un ser humano que, en comparación con lo que era antes, se ha vuelto mera apariencia.

 

Lo que en otros tiempos era la Salvación a través del alma o la Salvación colectiva a través de la política, de hoy no queda nada. La única salvación a la cual ceñirse es la salvación del cuerpo. Cuerpo que se salva anclado en gimnasios, deporte, medicina, industria farmacéutica, ingeniería genética; el Estado, derecho a la salud, seguridad social. Cuerpo seguro, cuerpo fuerte, cuerpo vigoroso, protegido de mil enfermedades y avatares… pero sin alma…

 

Para Robert Redeker he ahí lo que puede ser un zombi. Por un lado, una gran apuesta por la inmortalidad del cuerpo; por otro lado, sombra nostálgica de la unidad perdida de lo que en otro entonces era el ser humano.

 

¿Qué ha pasado? ¿Qué ha roto con la historia humana? La aparición de un nuevo ser humano que no tuvo su profecía.

 

Primera parte: algo ha pasado con la historia, cada vez más lejana a nosotros. De la Antigüedad, de lo que fue el pasado, tenemos, más que nada, su envoltorio… y eso. En lugar de adentrarnos en ello, le sacamos fotos, nos hacemos selfies. Como si el pasado fuese entretenimiento. ¿Para qué sirve el pasado? ¿Qué nos importa el pasado? ¿Sigue siendo nuestro pasado? ¿Alguna vez lo fue?

 

Segunda parte: Desconectados de la historia, del pasado, lo que tenemos es una especie de perpetúo presente, centro de inmediateces. Estamos obsesionados con sobrecargarnos de estímulos, sea del celular, sea de ejercicio físico. De una u otra manera, todo apunta a un afuera, a un hacer algo, a un evadir el silencio

 

Tercera parte: Y, si me miro al espejo: ¿Qué soy? Miro a mi alrededor, ¿qué somos? ¿Nos movemos únicamente para afuera sin centro interior? ¿Somos zombis?

He ahí que sin darnos cuenta el ser humano ha perdido su alma y lo único que le queda es su cuerpo, que se ha vuelto envoltorio vacío de lo que antes era interioridad. Un ser humano que, en comparación con lo que era antes, se ha vuelto mera apariencia.

 

Lo que en otros tiempos era la Salvación a través del alma o la Salvación colectiva a través de la política, de hoy no queda nada. La única salvación a la cual ceñirse es la salvación del cuerpo. Un cuerpo cuya única salvación se consigue en gimnasios, deporte, medicina, industria farmacéutica, ingeniería genética; el Estado, derecho a la salud, seguridad social. Cuerpo seguro, cuerpo fuerte, cuerpo vigoroso, protegido de mil enfermedades y avatares… pero sin alma…

 

Para Robert Redeker he ahí lo que puede ser un zombi. Por un lado, una gran apuesta por la inmortalidad del cuerpo; por otro lado, sombra nostálgica de la unidad perdida de lo que en otro entonces era el ser humano. 




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